Un niño tenía canicas. Una niña tenía chocolates. Decidieron comerciar. El muchacho, siendo inteligente, mantuvo oculta su mejor canica. Él le dio el resto. La niña, siendo pura, le dio todos sus chocolates. Esa noche, el niño no pudo dormir. No dejaba de pensar: "Tal vez también se quedó con el mejor chocolate..." Pero no lo había hecho. Ella había confiado completamente en él. Moral: Aquellos que hacen trampa asumen que todos hacen trampa. Los que mienten asumen que todos mienten. Los imbéciles asumen que todos son imbéciles. Nunca dejes que su opinión te moleste.
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