No es casualidad que la ONU programara su reunión sobre el estado palestino para Rosh HaShanah, uno de los días más sagrados del año judío. Es tanto un gesto simbólico de desprecio, frotando la humillación en el tiempo sagrado, como un acto práctico de exclusión, asegurando que los judíos no puedan participar en las decisiones tomadas sobre su destino. Así es como funciona el complejo antisionista: no solo condenando la soberanía judía, sino negando a los judíos el derecho a hablar como judíos.