Insto a los Jefes de Estado y a los líderes de las naciones a escuchar el grito de los más pobres. No puede haber paz sin justicia. Los pobres nos lo recuerdan de muchas maneras, tanto a través de la migración como a través de sus gritos, que a menudo son sofocados por el mito del bienestar y el progreso, que no tiene en cuenta a todos.