Con el Día de Acción de Gracias americano la semana que viene, siempre me acuerdo de que nadie ha hecho una película de verdad sobre Squanto. El tipo es engañado para subir a un barco negrero, llevado como esclavo a España, comprado por sacerdotes en España y enseñado a escribir, se dirige a Inglaterra y se autotransporta en un barco pesquero de vuelta a Nueva Inglaterra. Allí encuentra su aldea y a todos los que conocía muertos por enfermedad, y se devuelve con un tipo Wampanoag que también habla inglés. Cuando llegan los Peregrinos, Squanto y su amigo les piden —en inglés— una cerveza. Solo a partir de este punto de la historia la mayoría de los escolares estadounidenses se enteran de él y de su ayuda a los Peregrinos. Pero todo lo que pasó antes ya era una historia de aventuras increíble.