Uno debe aprender a hablar con los antisionistas en un tono completamente condescendiente, objetivador y paternalista. Esto puede parecer antinatural para los judíos, a quienes la tradición rabínica describe como naturalmente misericordiosos, compasivos e incluso tímidos. Pero el poder del antisionismo nunca ha provenido de la razón; proviene del poder de objetivar y someter. No debemos dudar en burlarnos, humillar y hablar con desprecio a los antisionistas, porque dependen completamente de la asimetría de poder hacer eso con nosotros sin respuesta. En el fondo, saben que "solo están tratando de salirse con la suya"—una especie de transgresión infantil y negligente que necesita ser disciplinada, no complacida.

Las organizaciones judías continúan subestimando la escala y la coherencia del movimiento de odio antisionista—y continúan negándose a nombrarlo. Pero a menos que construyamos una campaña contemporánea, ajustada y dirigida contra el antisionismo ahora, las consecuencias serán severas. Estamos tratando con una formación fascista seria, organizada y cada vez más envalentonada. Es comprensible que muchos permanezcan paralizados por el trauma del 7 de octubre y por la utilidad en declive del paradigma del antisemitismo post-Holocausto—la creencia de que la memoria de la Shoá ofrecería una protección moral permanente. Pero ese paradigma se ha desmoronado. Ya no describe la realidad en la que vivimos. Las organizaciones heredadas necesitan escuchar a los judíos más jóvenes que realmente conocen los espacios académicos y activistas de izquierda—judíos que no han sido capturados por el antisionismo ni silenciados por la desmoralización. Ellos entienden el terreno ideológico, la captura institucional y la velocidad con la que se propaga este movimiento. No tenemos tiempo que perder. La falta de nombrar el antisionismo como tal ya no es un error estratégico; es una negligencia de responsabilidad. Solo al confrontarlo directamente, como una forma contemporánea y sistémica de odio anti-judío, podemos actuar antes de que se cierre la ventana para una respuesta efectiva.

Una táctica persistente de los antisionistas es el clip "gotcha". Los antisionistas, impulsados por la fijación y el odio, pasan horas revisando medios israelíes de derecha y marginales, construyendo cuentas enteras de Instagram dedicadas a "atrapar" a israelíes diciendo cosas supuestamente "genocidas"—algunas reales, muchas descontextualizadas y otras completamente inocuas pero presentadas como "malas" a través de la mirada proyectiva antisionista. La patología aquí no es solo el comportamiento obsesivo, sino el intento transparente de usar a individuos marginales para difamar a un pueblo entero. No es diferente de un supremacista blanco que arma un video de violencia de pandillas en la ciudad para estereotipar a todas las personas negras como criminales. El antisionismo funciona de la misma manera: una caricatura racista disfrazada de crítica moral, animada por una necesidad compulsiva de condena y acusación, y sostenida por la creencia de que los judíos existen solo como objetos de exposición y difamación.